Cambios
Climáticos
Se llama cambio climático a
la modificación del clima con respecto al historial climático a una escala
global o regional. Tales cambios se producen a muy diversas escalas de tiempo y
sobre todos los parámetros meteorológicos: temperatura, presión atmosférica,
precipitaciones, nubosidad, etc. En teoría, son debidos tanto a causas
naturales (Crowley y North, 1988) como antropogénicas (Oreskes, 2004).
El término suele usarse de
manera poco apropiada, para hacer referencia tan solo a los cambios climáticos
que suceden en el presente, utilizándolo como sinónimo de calentamiento global.
La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático usa el
término «cambio climático» solo para referirse al cambio por causas humanas:
Por "cambio
climático" se entiende un cambio de clima atribuido directa o
indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera
mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante
períodos comparables.
Recibe el nombre de
«variabilidad natural del clima», pues se produce constantemente por causas
naturales. En algunos casos, para referirse al cambio de origen humano se usa
también la expresión «cambio climático antropogénico».
Además del calentamiento
global, el cambio climático implica cambios en otras variables como las lluvias
y sus patrones, la cobertura de nubes y todos los demás elementos del sistema
atmosférico. La complejidad del problema y sus múltiples interacciones hacen
que la única manera de evaluar estos cambios sea mediante el uso de modelos
computacionales que simulan la física de la atmósfera y de los océanos. La
naturaleza caótica de estos modelos hace que en sí tengan una alta proporción
de incertidumbre (Stainforth et ál., 2005) (Roe y Baker, 2007), aunque eso no
es óbice para que sean capaces de prever cambios significativos futuros
(Schnellhuber, 2008) (Knutti y Hegerl, 2008) que tengan consecuencias tanto
económicas (Stern, 2008) como las ya observables a nivel biológico (Walther et
ál., 2002)(Hughes, 2001).
Causas
de los cambios climáticos
El clima es un promedio, a
una escala de tiempo dada, del tiempo atmosférico. Los distintos tipos
climáticos y su localización en la superficie terrestre obedecen a ciertos
factores, siendo los principales, la latitud geográfica, la altitud, la
distancia al mar, la orientación del relieve terrestre con respecto a la
insolación (vertientes de solana y umbría) y a la dirección de los vientos
(vertientes de Sotavento y barlovento) y por último, las corrientes marinas.
Estos factores y sus variaciones en el tiempo producen cambios en los
principales elementos constituyentes del clima que también son cinco:
temperatura atmosférica, presión atmosférica, vientos, humedad y precipitaciones.
Pero existen fluctuaciones
considerables en estos elementos a lo largo del tiempo, tanto mayores cuanto
mayor sea el período de tiempo considerado. Estas fluctuaciones ocurren tanto
en el tiempo como en el espacio. Las fluctuaciones en el tiempo son muy fáciles
de comprobar: puede presentarse un año con un verano frío (por ejemplo, el
sector del turismo llegó a tener fuertes pérdidas hace unos años en las playas
españolas debido a las bajas temperaturas registradas y al consiguiente
descenso del número de visitantes, y el invierno del 2009 al 2010 ha sido mucho
más frío de lo normal, no solo en España, sino en toda Europa). También las
fluctuaciones espaciales son aún más frecuentes y comprobables: los efectos de
lluvias muy intensas en la zona intertropical del hemisferio sur en América
(inundaciones en el Perú y en el sur del Brasil) se presentaron de manera
paralela a lluvias muy escasas en la zona intertropical del Norte de América
del Sur (especialmente en Venezuela y otras áreas vecinas).
Un cambio en la emisión de
radiaciones solares, en la composición de la atmósfera, en la disposición de
los continentes, en las corrientes marinas o en la órbita de la Tierra puede
modificar la distribución de energía y el equilibrio térmico, alterando así profundamente
el clima cuando se trata de procesos de larga duración.
Estas influencias se pueden
clasificar en externas e internas a la Tierra. Las externas también reciben el
nombre de forzamientos, dado que normalmente actúan de manera sistemática sobre
el clima, aunque también las hay aleatorias como es el caso de los impactos de
meteoritos (astroblemas). La influencia humana sobre el clima en muchos casos
se considera forzamiento externo ya que su influencia es más sistemática que
caótica pero también es cierto que el Homo sapiens pertenece a la propia
biosfera terrestre pudiéndose considerar también como forzamientos internos
según el criterio que se use. En las causas internas se encuentran una mayoría
de factores no sistemáticos o caóticos. Es en este grupo donde se encuentran
los factores amplificadores y moderadores que actúan en respuesta a los cambios
introduciendo una variable más al problema ya que no solo hay que tener en
cuenta los factores que actúan sino también las respuestas que dichas modificaciones
pueden conllevar. Por todo eso al clima se le considera un sistema complejo.
Según qué tipo de factores dominen la variación del clima será sistemática o
caótica. En esto depende mucho la escala de tiempo en la que se observe la
variación ya que pueden quedar patrones regulares de baja frecuencia ocultos en
variaciones caóticas de alta frecuencia y viceversa. Puede darse el caso de que
algunas variaciones caóticas del clima no lo sean en realidad y que sean
catalogadas como tales por un desconocimiento de las verdaderas razones
causales de las mismas.
Influencias
externas
Variaciones
solares
El Sol es una estrella que
presenta ciclos de actividad de once años. Ha tenido períodos en los cuales no
presenta manchas solares, como el mínimo de Maunder que fue de 1645 a 1715 en
los cuales se produjo una mini era de Hielo.
La temperatura media de la Tierra
depende, en gran medida, del flujo de radiación solar que recibe. Sin embargo,
debido a que ese aporte de energía apenas varía en el tiempo, no se considera
que sea una contribución importante para la variabilidad climática a corto
plazo (Crowley y North, 1988). Esto sucede porque el Sol es una estrella de
tipo G en fase de secuencia principal, resultando muy estable. El flujo de
radiación es, además, el motor de los fenómenos atmosféricos ya que aporta la
energía necesaria a la atmósfera para que estos se produzcan.
Sin embargo, muchos
astrofísicos consideran que la influencia del Sol sobre el clima está más
relacionado con la longitud de cada ciclo, la amplitud del mismo, la cantidad
de manchas solares, la profundidad de cada mínimo solar, y la ocurrencia de
dobles mínimos solares separados por pocos años. Sería la variación en los
campos magnéticos y la variabilidad en el viento solar (y su influencia sobre
los rayos cósmicos que llegan a la Tierra) quienes tienen una fuerte acción
sobre distintos componentes del clima como las diversas oscilaciones oceánicas,
los eventos el Niño y La Niña, las corrientes de chorro polares, la Oscilación
casi bianual de la corriente estratosférica sobre el ecuador, etc. Por otro
lado, a largo plazo las variaciones se hacen apreciables ya que el Sol aumenta
su luminosidad a razón de un 10% cada 1000 millones de años. Debido a este
fenómeno, en la Tierra primitiva que sustentó el nacimiento de la vida, hace
3800 millones de años, el brillo del Sol era un 70% del actual.
Las variaciones en el campo
magnético solar y, por tanto, en las emisiones de viento solar, también son
importantes, ya que la interacción de la alta atmósfera terrestre con las
partículas provenientes del Sol puede generar reacciones químicas en un sentido
u otro, modificando la composición del aire y de las nubes así como la
formación de estas. Algunas hipótesis plantean incluso que los iones producidos
por la interacción de los rayos cósmicos y la atmósfera de la Tierra juegan un
rol en la formación de núcleos de condensación y un correspondiente aumento en
la formación de nubes. De este modo, la correlación entre la ionización cósmica
y formación de nubes se observa fuertemente en las nubes a baja altitud y no en
las nubes altas (cirrus) como se creía, donde la variación en la ionización es
mucho más grande (Svensmark, 2007).
Variaciones
orbitales
Si bien la luminosidad solar
se mantiene prácticamente constante a lo largo de millones de años, no ocurre
lo mismo con la órbita terrestre. Esta oscila periódicamente, haciendo que la
cantidad media de radiación que recibe cada hemisferio fluctúe a lo largo del
tiempo, y estas variaciones provocan las pulsaciones glaciares a modo de
veranos e inviernos de largo período. Son los llamados períodos glaciales e interglaciales.
Hay tres factores que contribuyen a modificar las características orbitales
haciendo que la insolación media en uno y otro hemisferio varíe aunque no lo
haga el flujo de radiación global. Se trata de la precesión de los equinoccios,
la excentricidad orbital y la oblicuidad de la órbita o inclinación del eje
terrestre.
Impactos
de meteoritos
En raras ocasiones ocurren
eventos de tipo catastrófico que cambian la faz de la Tierra para siempre. El
último de tales acontecimientos catastróficos sucedió hace 65 millones de años.
Se trata de los impactos de meteoritos de gran tamaño. Es indudable que tales
fenómenos pueden provocar un efecto devastador sobre el clima al liberar
grandes cantidades de CO2, polvo y cenizas a la atmósfera debido a la quema de
grandes extensiones boscosas. De la misma manera, tales sucesos podrían
intensificar la actividad volcánica en ciertas regiones. En el suceso de
Chicxulub (en Yucatán, México) hay quien relaciona el período de fuertes
erupciones en volcanes de la India con el hecho de que este continente se sitúe
cerca de las antípodas del cráter de impacto. Tras un impacto suficientemente
poderoso la atmósfera cambiaría rápidamente, al igual que la actividad
geológica del planeta e, incluso, sus características orbitales.
Influencias
internas
La
deriva continental
La Tierra ha sufrido muchos
cambios desde su origen hace 4600 millones de años. Hace 225 millones de años
todos los continentes estaban unidos, formando lo que se conoce como Pangea, y
había un océano universal llamado Panthalassa. La tectónica de placas ha
separado los continentes y los ha puesto en la situación actual. El Océano
Atlántico se ha ido formando desde hace 200 millones de años.
La deriva continental es un
proceso sumamente lento, por lo que la posición de los continentes fija el
comportamiento del clima durante millones de años. Hay dos aspectos a tener en
cuenta. Por una parte, las latitudes en las que se concentra la masa
continental: si las masas continentales están situadas en latitudes bajas habrá
pocos glaciares continentales y, en general, temperaturas medias menos
extremas. Así mismo, si los continentes se hallan muy fragmentados habrá menos
continentalidad.
Un proceso que demuestra
fehacientemente la influencia a largo plazo de la deriva de los continentes (o
de igual manera, la tectónica de placas) sobre el clima es la existencia de
yacimientos de carbón en las islas Svaldbard o Spitbergen, en una latitud donde
ahora no existen árboles por el clima demasiado frío: la idea que explica estos
yacimientos es que el movimiento de la placa donde se encuentran dichas islas
se produjo hacia el norte desde una ubicación más meridional con un clima más
cálido.
La
composición atmosférica
La atmósfera primitiva, cuya
composición era parecida a la nebulosa inicial, perdió sus componentes más
ligeros, el hidrógeno diatómico (H2) y el helio (He), para ser sustituidos por
gases procedentes de las emisiones volcánicas del planeta o sus derivados,
especialmente dióxido de carbono (CO2), dando lugar a una atmósfera de segunda
generación. En dicha atmósfera son importantes los efectos de los gases de
invernadero emitidos de manera natural en volcanes. Por otro lado, la cantidad
de óxidos de azufre (SO, SO2 y SO3) y otros aerosoles emitidos por los volcanes
contribuyen a lo contrario, a enfriar la Tierra. Del equilibrio entre ambos
efectos resulta un balance radiativo determinado.
Con la aparición de la vida
en la Tierra se sumó como agente incidente el total de organismos vivos, la
biosfera. Inicialmente, los organismos autótrofos por fotosíntesis o
quimiosíntesis capturaron gran parte del abundante CO2 de la atmósfera
primitiva, a la vez que empezaba a acumularse oxígeno (a partir del proceso
abiótico de la fotólisis del agua). La aparición de la fotosíntesis oxigénica,
que realizan las cianobacterias y sus descendientes los plastos, dio lugar a
una presencia masiva de oxígeno (O2) como la que caracteriza la atmósfera
actual, y aún mayor. Esta modificación de la composición de la atmósfera
propició la aparición de formas de vida nuevas, aeróbicas que se aprovechaban
de la nueva composición del aire. Aumentó así el consumo de oxígeno y disminuyó
el consumo neto de CO2 llegándose al equilibrio o clímax, y formándose así la
atmósfera de tercera generación actual. Este delicado equilibrio entre lo que
se emite y lo que se absorbe se hace evidente en el ciclo del CO2, la presencia
del cual fluctúa a lo largo del año según las estaciones de crecimiento de las
plantas.
Las
corrientes oceánicas
Las corrientes oceánicas, o
marinas, son factores reguladores del clima que actúan como moderador,
suavizando las temperaturas de regiones como Europa y las costas occidentales
de Canadá y Alaska. La climatología ha establecido nítidamente los límites
térmicos de los distintos tipos climáticos que se han mantenido a través de
todo ese tiempo. No se habla tanto de los límites pluviométricos de dicho clima
porque los cultivos mediterráneos tradicionales son ayudados por el regadío y
cuando se trata de cultivos de secano, se presentan en parcelas más o menos
planas (cultivo en terrazas) con el fin de hacer más efectivas las lluvias
propiciando la infiltración en el suelo. Además los cultivos típicos del
matorral mediterráneo están adaptados a cambios meteorológicos mucho más
intensos que los que se han registrado en los últimos tiempos: si no fuera así,
los mapas de los distintos tipos climáticos tendrían que rehacerse: un aumento
de unos 2 grados celsius en la cuenca del mediterráneo significaría la
posibilidad de aumentar la latitud de muchos cultivos unos 200 km más al norte
(como sería el cultivo de la naranja ya citado). Desde luego, esta idea sería
inviable desde el punto de vista económico, ya que la producción de naranja es,
desde hace bastante tiempo, excedentaria, no por el aumento del cultivo a una
mayor latitud (lo que corroboraría en cierto modo la idea del calentamiento
global) sino por el desarrollo de dicho cultivo en áreas reclamadas al desierto
(Marruecos y otros países) gracias al riego en goteo y otras técnicas de
cultivo.
El
campo magnético terrestre
De la misma manera que el
viento solar puede afectar al clima directamente, las variaciones en el campo
magnético terrestre pueden afectarlo de manera indirecta ya que, según su
estado, detiene o no las partículas emitidas por el Sol. Se ha comprobado que
en épocas pasadas hubo inversiones de polaridad y grandes variaciones en su
intensidad, llegando a estar casi anulado en algunos momentos. Se sabe también
que los polos magnéticos, si bien tienden a encontrarse próximos a los polos
geográficos, en algunas ocasiones se han aproximado al Ecuador. Estos sucesos
tuvieron que influir en la manera en la que el viento solar llegaba a la
atmósfera terrestre.
Los
efectos antropogénicos
Una hipótesis dice que el
ser humano podría haberse convertido en uno de los agentes climáticos,
incorporándose a la lista hace relativamente poco tiempo. Su influencia
comenzaría con la deforestación de bosques para convertirlos en tierras de
cultivo y pastoreo, pero en la actualidad su influencia sería mucho mayor al
producir la emisión abundante de gases que, según algunos autores,[cita
requerida] producen un efecto invernadero: CO2 en fábricas y medios de transporte
y metano en granjas de ganadería intensiva y arrozales. Actualmente tanto las
emisiones se han incrementado hasta tal nivel que parece difícil que se
reduzcan a corto y medio plazo, por las implicaciones técnicas y económicas de
las actividades involucradas.
Los aerosoles de origen
antrópico, especialmente los sulfatos provenientes de los combustibles fósiles
ejercen una influencia reductora de la temperatura (Charlson et ál., 1992).
Este hecho, unido a la variabilidad natural del clima, sería la causa que
explica el "valle" que se observa en el gráfico de temperaturas en la
zona central del siglo XX.
La alta demanda de energía
por parte de los países desarrollados, son la principal causa del calentamiento
global, debido a que sus emisiones contaminantes son las mayores del planeta.
Esta demanda de energía hace que cada vez más se extraigan y consuman los
recursos energéticos como el petróleo.
Retroalimentaciones
y factores moderadores
Muchos de los cambios
climáticos importantes se dan por pequeños desencadenantes causados por los
factores que se han citado, ya sean forzamientos sistemáticos o sucesos
imprevistos. Dichos desencadenantes pueden formar un mecanismo que se refuerza
a sí mismo (retroalimentación o «feedback positivo») amplificando el efecto. Asimismo,
la Tierra puede responder con mecanismos moderadores («feedbacks negativos») o
con los dos fenómenos a la vez. Del balance de todos los efectos saldrá algún
tipo de cambio más o menos brusco pero siempre impredecible a largo plazo, ya
que el sistema climático es un sistema caótico y complejo.
Un ejemplo de feedback
positivo es el efecto albedo, un aumento de la masa helada que incrementa la
reflexión de la radiación directa y, por consiguiente, amplifica el
enfriamiento. También puede actuar a la inversa, amplificando el calentamiento
cuando hay una desaparición de masa helada. También es una retroalimentación la
fusión de los casquetes polares, ya que crean un efecto de estancamiento por el
cual las corrientes oceánicas no pueden cruzar esa región. En el momento en que
empieza a abrirse el paso a las corrientes se contribuye a homogeneizar las
temperaturas y favorece la fusión completa de todo el casquete y a suavizar las
temperaturas polares, llevando el planeta a un mayor calentamiento al reducir el
albedo.
La Tierra ha tenido períodos
cálidos sin casquetes polares y recientemente se ha visto que hay una laguna en
el Polo Norte durante el verano boreal, por lo que los científicos noruegos
predicen que en 50 años el Ártico será navegable en esa estación. Un planeta
sin casquetes polares permite una mejor circulación de las corrientes marinas,
sobre todo en el hemisferio norte, y disminuye la diferencia de temperatura
entre el ecuador y los Polos.
También hay factores
moderadores del cambio. Uno es el efecto de la biosfera y, más concretamente,
de los organismos fotosintéticos (fitoplancton, algas y plantas) sobre el
aumento del dióxido de carbono en la atmósfera. Se estima que el incremento de
dicho gas conllevará un aumento en el crecimiento de los organismos que hagan
uso de él, fenómeno que se ha comprobado experimentalmente en laboratorio. Los
científicos creen, sin embargo, que los organismos serán capaces de absorber
solo una parte y que el aumento global de CO2 proseguirá.
Hay también mecanismos
retroalimentadores para los cuales es difícil aclarar en que sentido actuarán.
Es el caso de las nubes. El climatólogo Roy Spencer (escéptico del cambio
climático vinculado a grupos evangélicos conservadores2 ) ha llegado a la
conclusión, mediante observaciones desde el espacio, de que el efecto total que
producen las nubes es de enfriamiento.3 Pero este estudio solo se refiere a las
nubes actuales. El efecto neto futuro y pasado es difícil de saber ya que
depende de la composición y formación de las nubes.
Incertidumbre
de predicción
Se debe destacar la
existencia de incertidumbre (errores) en la predicción de los modelos. La razón
fundamental para la mayoría de estos errores es que muchos procesos importantes
a pequeña escala no pueden representarse de manera explícita en los modelos,
pero deben incluirse de manera aproximada cuando interactúan a mayor escala.
Ello se debe en parte a las limitaciones de la capacidad de procesamiento, pero
también es el resultado de limitaciones en cuanto al conocimiento científico o
la disponibilidad de observaciones detalladas de algunos procesos físicos.4 5
En particular, existen niveles de incertidumbre considerables, asociados con la
representación de las nubes y con las correspondientes respuestas de las nubes
al cambio climático.6
Edward N. Lorenz, un
investigador del clima, ha encontrado una teoría revolucionaria de caos7 que
hoy en día se aplica en las áreas de economía, biología y finanzas (y otros
sistemas complejos). En el modelo numérico se calcula el estado del futuro con
insumos de observaciones meteorológicas (temperatura, precipitación, viento,
presión) de hoy y usando el sistema de ecuaciones diferenciales. Según Lorenz,
si hay pequeñas tolerancias en la observación meteorológica (datos de insumo),
en el proceso del cálculo de predicción crece la tolerancia drásticamente. Se
dice que la predictibilidad (duración confiable de predicción) es máximo 7 días
para discutir cuantitativamente in situ (a escala local). Cuánto más aumenta el
largo de las integraciones (7 días, 1 año, 30 años, 100 años) entonces el
resultado de la predicción tiene mayor incertidumbre. Sin embargo, la técnica
de “ensamble” (cálculo del promedio de varias salidas del modelo con insumos
diferentes) disminuye la incertidumbre y según la comunidad científica, a
través de esta técnica se puede discutir el estado del promedio mensual
cualitativamente. Cuando se discute sobre la cantidad de precipitación,
temperatura y otros, hay que tener la idea de la existencia de incertidumbre y
la propiedad caótica del clima. Al mismo tiempo, para la toma de decisiones
políticas relacionadas con la temática del cambio climático es importante
considerar un criterio de multimodelo (promedio de las salidas de varios
modelos: un tipo de ensamble).
Cambios
climáticos en el pasado
Los estudios del clima
pasado (paleoclima) se realizan estudiando los registros fósiles, las
acumulaciones de sedimentos en los lechos marinos, las burbujas de aire
capturadas en los glaciares, las marcas erosivas en las rocas y las marcas de crecimiento
de los árboles. Con base en todos estos datos se ha podido confeccionar una
historia climática reciente relativamente precisa, y una historia climática
prehistórica con no tan buena precisión. A medida que se retrocede en el tiempo
los datos se reducen y llegado un punto la climatología se sirve solo de
modelos de predicción futura y pasada.
La
paradoja del Sol débil
A partir de los modelos de
evolución estelar se puede calcular con relativa precisión la variación del
brillo solar a largo plazo, por lo cual se sabe que, en los primeros momentos
de la existencia de la Tierra, el Sol emitía el 70% de la energía actual y la
temperatura de equilibrio era de –41 °C. Sin embargo, hay constancia de la
existencia de océanos y de vida desde hace 3800 millones de años, por lo que la
paradoja del Sol débil solo puede explicarse por una atmósfera con mucha mayor
concentración de CO2 que la actual y con un efecto invernadero más grande.
La atmósfera influye
fundamentalmente en el clima; si no existiese, la temperatura en la Tierra
sería de –20 °C, pero la atmósfera se comporta de manera diferente según la
longitud de onda de la radiación. El Sol por su alta temperatura emite
radiación a un máximo de 0,48 micrómetros (Ley de Wien) y la atmósfera deja
pasar la radiación. La Tierra tiene una temperatura mucho menor, y reemite la
radiación absorbida a una longitud mucho más larga, infrarroja de unos 10 a 15
micrómetros, a la que la atmósfera ya no es transparente. El CO2 que está
actualmente en la atmósfera, en una proporción de 367 ppm, absorbe dicha
radiación. También lo hace y en mayor medida el vapor de agua). El resultado es
que la atmósfera se calienta y devuelve a la Tierra parte de esa energía por lo
que la temperatura superficial es de unos 15 °C, y dista mucho del valor de
equilibrio sin atmósfera. A este fenómeno se le llama el efecto invernadero y
el CO2 y el H2O son los gases responsables de ello. Gracias al efecto
invernadero podemos vivir.
La concentración en el
pasado de CO2 y otros importantes gases invernadero como el metano se ha podido
medir a partir de las burbujas atrapadas en el hielo y en muestras de
sedimentos marinos observando que ha fluctuado a lo largo de las eras. Se
desconocen las causas exactas por las cuales se producirían estas disminuciones
y aumentos aunque hay varias hipótesis en estudio. El balance es complejo ya
que si bien se conocen los fenómenos que capturan CO2 y los que lo emiten la
interacción entre estos y el balance final es difícilmente calculable.
Se conocen bastantes casos
en los que el CO2 ha jugado un papel importante en la historia del clima. Por
ejemplo en el proterozoico una bajada importante en los niveles de CO2
atmosférico condujo a los llamados episodios Tierra bola de nieve. Así mismo
aumentos importantes en el CO2 condujeron en el periodo de la extinción masiva
del Pérmico-Triásico a un calentamiento excesivo del agua marina lo que llevó a
la emisión del metano atrapado en los depósitos de hidratos de metano que se
hallan en los fondos marinos lo que aceleró el proceso de calentamiento hasta
el límite y condujo a la Tierra a la peor extinción en masa que ha padecido.
El
cambio climático actual
Combustibles
fósiles y calentamiento global
A finales del siglo XVII el
hombre empezó a utilizar combustibles fósiles que la Tierra había acumulado en
el subsuelo durante su historia geológica.10 La quema de petróleo, carbón y gas
natural ha causado un aumento del CO2 en la atmósfera que últimamente es de 1,4
ppm al año y produce el consiguiente aumento de la temperatura. Se estima que
desde que el hombre mide la temperatura hace unos 150 años (siempre dentro de
la época industrial) esta ha aumentado 0,5 °C y se prevé un aumento de 1 °C en
el 2020 y de 2 °C en el 2050.
Además del dióxido de
carbono (CO2), existen otros gases de efecto invernadero responsables del
calentamiento global, tales como el gas metano (CH4) óxido nitroso (N2O),
Hidrofluorocarbonos (HFC), Perfluorocarbonos (PFC) y Hexafluoruro de azufre
(SF6), los cuales están contemplados en el Protocolo de Kioto.
A principios del siglo XXI
el calentamiento global parece irrefutable, a pesar de que las estaciones meteorológicas
en las grandes ciudades han pasado de estar en la periferia de la ciudad, al
centro de esta y el efecto de isla urbana también ha influido en el aumento
observado. Los últimos años del siglo XX se caracterizaron por poseer
temperaturas medias que son siempre las más altas del siglo
Rachel Kyte, vicepresidente
para Desarrollo Sostenible del Banco Mundial anunció en el año 2013, que el
costo económico por los desastres naturales aumentó cuatro veces desde 1980.
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